KAR KRASH KARMA 1
KENNETH ANGER
La vida no siempre
es linda. Fue traumático para mí el día que mi ídolo infantil de cine Western
de sábado por la tarde, Tom Mix, murió en un choque de autos cuando yo tenía
diez años (en 1940), y mi ídolo, Tom, después de una larga cabalgata sobre la
silla de montar de Tony, su caballo maravilla, rondaba los sesenta. Amaba esa vulgaridad
descarada de Tom en Hollywood, mi ciudad natal. Era la única estrella de cine
que iluminaba el cielo nocturno (eclipsando el brillante letrero de
HOLLYWOODLAND) con un cartel blanco neón deletreando irradiante la firma TOM MIX sobre el tejado de
su hacienda española de fantasía en las colinas de Hollywood.
Después de escuchar en mi cuarto, por el radio de Mickey Mouse, la
noticia sobre la impactante muerte de mi héroe, me apresuré manzana tras
manzana hacia North Alpine Drive para comprar la primera edición del Examiner
EXTRA! con el flamante encabezado: "¡TOM MIX MUERTO!".
Todavía conservo esa amarillenta página de la publicación Hearst2 en
mi primer álbum de recortes. Angelo, quien había participado en la película Freaks,
manejaba el puesto de periódicos nocturno; ambos chillábamos como bebés
mientras nos lamentábamos por la pérdida de nuestro compañero de silla de
montar en el cine.
Llevé a casa mi preciosa edición EXTRA! del
denostado y vulgar tabloide Los Angeles Examiner, escabulléndome en
mi habitación y rompiendo la regla de "Nada de publicaciones Hearst” de
mis pudorosos padres presbiterianos, quienes estaban suscritos al soso y
aburrido Los Angeles Times. (Niños: la Llave de la Felicidad es la
Desobediencia).
Ya en mi cuarto, cerrado bajo llave, saboreé la publicación
prohibida. Una gran fotografía del auto favorito de Tom aplastado acaparaba la
primera página. Enseguida, el apetitoso texto impreso en un púrpura obsceno de
los redactores de Hearst tomaba el control, ilustrando con crudas y bien
elegidas palabras el nauseabundo estado de los restos destazados de la
estrella, detallando incluso la boca abierta y sus ojos salidos y la mirada
fija. ¡Chico, que si me habría comido todo!
Entonces la duda se instaló. Mi héroe, mi compañero de la pantalla
y la radio, Tom Mix, ¿de verdad había muerto? Lo que debía hacer era esperar la
hora de su programa a media tarde, durante el horario infantil, encender mi
radio de Mickey Mouse, (¡No toquen ese aparato!) y ahí estaba Tom. Vivo.
Alardeando vocalmente en el salvaje desierto de mi mente de niño. Fue una
decepción enterarme años después de que éste absolutamente no era Tom Mix, sino
un actor de radio haciéndose pasar por el muerto "en persona". Los anunciantes
nunca dieron a conocer a la legión de leales niños fanáticos de El Show de Tom
Mix, que su "compañero de silla de montar" había muerto. Y esta
decepción de transmitió por radio hasta 1950, engañando a los niños hasta que
comenzó la era de su rival, la televisión. La carrera de Mix comenzó en los
rodeos hacia 1905; su caballo característico, el carismático Tony, nos parecía
tan inmortal como el mismísimo Tom. Pero la verdad era que había sido sido
asesinado, no por el súpercaballo durante una caída (lo cual hubiera sido
impensable) sino por aquel monstruo mecánico: un impresionante coche de
carreras hecho a medida, espantosamente caro y con bocinas en su cofre
alargado. Como sabría algunos años después (la Edad de la Desilusión), mi héroe
había muerto disfrutando de su ostentoso biplaza, manejando a cien por hora en
un tramo no reglamentado del Wild West Highway.
Reconozco tener una
relación de amor-odio hacia el carro: herramienta esencial durante
la última parte del siglo XX y sin duda también de inicios del XXI. Monstruos
traga-gasolina que absorben enormes cantidades de combustible fósil como si no
hubiera mañana a los que en Occidente llamamos "carros", aunque
siempre pueden llevar tarjetas que digan "Asociación de Automóviles"
o el ineludible: "Departamento de Vehículos de Motor". Como
niño oriundo en los alrededores de Hollywood, personalmente me impresionaban
los avistamientos del Duesenberg largo y poderoso de Gary Cooper, y el Cord
soberbio y aerodinámico de Joe Von Sternberg. ¿Quién podría olvidar aquellos revestimientos
tejidos en mimbre? Envidiaba con deseo esos autos de ensueño de Tinseltown3,
ocupando mis pensamientos al despertar tanto como en mis sueños. Aquellos autos
tan implacables como tiburones y a la vez tan mortales.
La naturaleza mortal de los carros de
lujo (o de cualquier carro, de hecho) se instaló en mi mente con el destripamiento
de Tom Mix, y también con la salvaje y desenfrenada muerte del genial director
Freddy Murnau. Su limosina iba a exceso de velocidad hacia Santa Barbara con su
recién contratado novio-choffer al volante. Prudente elección, ¿no? Su frijolero moreno, enfundado en uniforme morado se distrajo gracias a la mano juguetona de Murnau y después por
su boca babosa. El aplastante resultado era predecible: sexo a alta velocidad
en medio de la carretera debería clasificarse como "deporte extremo".
Busqué entre las líneas del tabloide Hearst alguna insinuación lasciva al
respecto, pero tan pronto vi el estreno de Paramount, Tabú, dirigido
por Murnau ,perdí el aliento sofocado por una apropiada música
"sinfónica" mientras me preguntaba si este genio alemán,
recientemente exiliado de su derrotada madre patria, era en realidad un viejo
pedófilo. Años después confirmé que era cierto.
Mi asociación de el carro con la
muerte en los cielos de Ciudad Oropel fue justificada unos años
después con la muerte de mi rubia favorita, la "Rubia de Helado", la
suculenta y apetitosa Thelma Todd. La Todd murió en un auto estacionado en
su propia cochera: una cámara de gas llena de monóxido de carbono. Su borracho
y cabreado amante, (el genial director Roland West) arrogante la encerró
dentro del carro con el motor ronroneando cual si estuviera dentro de un gatito
asesino. Como era de esperar, las notas de este "crimen sin resolver de
Hollywood" llenó montones de hojas de mi creciente álbum de recortes. Como
el fanático a las revistas que era ahora cubro esas tragedias con el sollozo de
una hermana abandonada.
Recuerdo que todos
esos coches de autos ocurrieron antes de que existieran los cinturones de
seguridad. ¿Habrían hecho alguna maldita diferencia esas fastidiosas correas
para niñeras? No, probablemente evitarían algún desastre en choques a poca
velocidad, (¿James Bond se lo abrochaba?), pero pesar de los tristes
cinturones de seguridad o los nada fiables airbags, tus propios hijos
podrían morir en un accidente automovilístico.
Puesto que, de
niño, literalmente adoraba a Busby Berkeley y no me perdía una sola de sus
deliciosas y antideprimentes películas, el mortal choque ocurrió en la pista
de discapacitados de Hollywood, (saliendo ganador) obsesionó por completo mi joven
mente. Después de una macabra fiesta post celebración de rodaje, chocó contra
un poste protector, haciendo zumbar las ruedas del auto y desviándose hacia el
tráfico en sentido contrario en la costera Roosvelt Highway, asesinando tres
mujeres y dañando brutalmente a Berkeley en este oscuro intercambio. La culpa
fue por manejar bajo la influencia de..., pero (milagros que el dinero puede
hacer ante la ciega Señora Justicia), Jerry Geisler, abogado de las estrellas,
lo sacó del problema con dinero y una gran presión de la Warner Brothers.
Pero el pobre causante del accidente no
se fue libre de daños. Adquirió un fuerte Trastorno de Estrés Postraumático que
le duró años, lo que posteriormente le orillo a un sangriento intento de
suicidio, cortándose muñecas y cuello que ensuciarión su lujoso y elegante baño
en Beberly Hills ,como un teatral espectáculo al no detenerse las pesadillas
con aquel choque.
Mi álbum de
recortes ya contaba una docena de pastelillos, todos repletos de horror
hollywoodense, cuando mi nuevo rompecorazones James Dean, se volvió leyenda
estrellándose de frente. Sí, yo fui uno de los muchos chicos gay que sufrieron
este cambio decididamente erróneo de carrera. Pero yo fui uno de los pocos
elegidos que se había metido entre los pantalones acuarianos de Jimmy. (Lo que
demuestra que dos personas de signo Acuario pueden llevarse bien).
Con veladoras encendidas frente a mi
mejor foto de James Dean, autografiada para mí (cómete tu corazón, Marlon),
llevé mi obsesión de muertes en carros al punto de adquirir, por trescientos
dólares, un retorcido casco del amado Porsche de Jimmy. Se puede asegurar que
Jemmy nunca quiso tanto a un chico o una chica como para tener un romance tan
arrebatado como el que tuvo con su Porsche nuevo. A sus veinticuatro años Jimmy
se accidentó con un ¡CRRUUUNCH-BBAAANNGG! y murió haciendo lo que más amaba,
derrapando al instante hacia la leyenda.
Deslicé quinientos dólares bajo el
mostrador para hacerme del más grande JAMES DEAN COMPLETAMENTE DESNUDO, HERMOSO
Y TOTALMENTE MUERTO SOBRE EL CONCRETO. Otra vez trágate tu corazón, holgazán,
gordo y viejo Marlon Brando, tu asqueroso cuerpo
desnudo, que fue el que debió morir hace mucho tiempo, me haría vomitar.
Hecha la hazaña de alzar este Éverest
de objetos auténticos de colección de James Dean, (tengo su chaqueta neón roja
de nailon de Rebelde Sin Causa, actualmente en préstamo a la Cinémathèque Française de París), siempre
puedo traer a la vida el recuerdo del caliente actor de Indiana, deslizando un videocassette
a mitad de la noche.
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Multa por exceso de velocidad expedida a James Dean horas antes de su accidente
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Atesoro fotos de accidentes de auto de menor importancia,
tales como las documentadas por la unidad policial de investigación del choque
mortal de Ernie Kovac; su cuerpo flácido desparramado como un muñeco roto por
la retorcida puerta de su destrozado sedán. También está la de la minuciosa
investigación fotográfica del accidente en Luisiana de Jayne Mansfield. Desde
la cabeza mutilada de Jayne, transformada surrealmente en el ornamento de una
capucha sangrienta, hasta el duro y tierno close up al patético cuerpo
de su perrito chihuahua, muerto sin lugar a dudas, e ingeniosamente rodeado de
cristales rotos.
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Choque de Jayhne Mansfield |
También hay fotografías de la experiencia cercana a la
muerte de Monty Clift cuando dejaba una fiesta de fin de rodaje en Hollywood
manejando "bajo la influencia de"4, y su linda, aunque neurótica
y mezclada cabeza se convirtió en un trozo de carne cruda y sangrienta. Una
aterrorizada Liz Taylor se quedó pasmada ante el cuerpo destrozado y
ensangrentado de Monty, su marica y talentoso amigo nunca volvería a ser el
mismo. Los médicos de LaLaLand hicieron su maldición, para luego el equipo de
los cirujanos plásticos mejor pagados se hicieran cargo por semanas y agonizantes
semanas, pero este Humpty Dumpty no pudo ser reparado de nuevo.
Permítanme terminar
esta historias de Kar Krash Karma con una visita a la evidentemente última
parada: el cementerio. En este caso, el Hollywood Forever Cementery. No, esta
vez no vengo a presentar mis respetos a la sombra de El Sheik, Rudy
Valentino. Esta vez vengo a presentar mis respetos a un hombre que me hizo reír, Mel
Blanc. Ya saben, el Hombre de las Mil Voces, entre ellas la de Bugs Bunny y el
cerdito Porky. Mel apenas si pudo salvarse de terminar horriblemente aplastado
en la "Curva del hombre muerto" en el Boulevard Sunset (la parte
serpenteante cerca de donde la ficticia Norma Desmond entierra a su mono
mascota y manosea al aspirante a gigolo William Holden en la peli Sunset
Boulevard, ¡mi viejo amigo el director Billy Wilder tuvo un gran tino al
llamar así a su gran película sobre el declive y caída de Tinseltown!
Tan aparatoso fue el accidente del
pobre Mel Blanc que apenas si sobrevivió. Estuvimos a punto de escuchar el
último "¿Qué hay de nuevo, viejo?"5 cuando los
médicos lo enyesaron de la cabeza a los pies. ¿Dolor? Nada de eso. Mel sufrió
agonías infernales durante meses. Y después... ¡resucitó! Es raro, pero a veces
los "finales de película" ocurren en la vida real. Mel Blanc regresó
a trabajar a los estudios Termite Terrace, donde la Warner creaba dibujos
animados, al lado de Jack Benny y a Rochester en las transmisiones, y para un especial
fanático, el devoto y agradecido Kenneth Anger.
Mel Blanc (la voz de un genio, el
Hombre de las Mil Voces), descansa en la sección judía, al lado del perverso
Harry Cohn, de Columbia. Y Mel tiene en su lápida el mejor epitafio del mundo
entero, el epitafio de un guerrero sobreviviente del Kar Krash Infierno:
¡ESO ES TO… ESO ES TO…
EEESTO ES TODO, AMIGOS!6
Ustedes, lectores, seguro han escuchado esto antes, a menos
que en verdad se hayan dormido tras el volante.
Conforme voy
dejando atrás el Hollywood Forever Cementery, después de depositar una flor
amarilla en la base de la divertida lápida de Mel Blanc, echo una última mirada
al Kar Krash Karma de Ciudad Oropel en el espejo retrovisor.
notas
1. Kar Krash Karma significaría algo así como karma en accidente de autos. El autor juega con la triple K que también utiliza en su filme Kustom Kar Komandos, en el que unos tienen relaciones eróticas con sus autos. Según recuerdo.
2. William Randolph Hearst fue editor de varios periódicos de corte sensacionalista y amarillista. Cada vez que se menciona se refiere a publicaciones de esta empresa.
3. Tinseltown es el sobrenombre que se da a Hollywood y se puede traducir como "Ciudad de Oropel", dado a su glamour y frivolidad. Anger utiliza varias veces este término, así que en lo sucesivo su traducción será "Ciudad Oropel", "Hollywood", o no se alterará la palabra en absoluto.
4. En el original DUI, que en inglés significa "Driving under the influence", manejar en estado inconveniente. Como no encontré ningún término parecido usé el término "Bajo la influencia de..."
5. En el original: "What's up, doc?"
6. En el original: THAT'S ALL, FOLKS!
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